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CRÓNICA DE LA M.O.D.A EN MADRID

El sábado 1 de diciembre LA M.O.D.A nos citaba en Madrid para una noche de bailoteo, exaltación, y también profundas reflexiones que como ya sabemos son inseparables de sus letras. Las gradas del wizink center se llenan, y ya en las afueras no dejámos de ver lo incondicionales que son los fans de esta joven banda, que en pocos años se ha hecho ver en todos los grandes festivales y salas de nuestro país.

Las luces rojas comienzan a parpadear, una intro suena , y ataviados con su habitual vestimenta, aparecen en el escenario el septeto: La Maravillosa orquesta del alcohol. Antes incluso de empezar a hacer sonar «Mil Demonios», con gran protagonismo del acordeón y una fuerza brutal, el público enloquece.

«Una canción para no decir te quiero» permite un respiro a todos los que no han dejado ni un segundo de cantar y vivir el primer tema. El banjo empieza más suave, y la voz rota de David Ruiz es acompañado por más de 10.000 coros de todos los espectadores que cantan: ¿Quién es suficientemente joven y valiente para soportar el peso de empezar?

La inmensidad, sin duda uno de mis temas preferidos por la intensidad de la letra y plagada de existencialismo, demuestra lo bien que esta banda se desenvuelve en el directo. Un sonido con consistencia y medido, que no resulta sobrecargado a pesar de la cantidad de instrumentos diferentes que llevan. Al terminar y a voz en grito, el cantante del septeto nos afirma:
Madrid, esto es lo más bonito que nos ha pasado en la vida.

Escogen el predominio del color rojo en las luces, y esto da un aspecto sobrio al show. «Disolutos» llega como una canción alegre, que repite frecuentemente una frase con el acordeón para bailar agarrados de los brazos, como si viajásemos a una taberna de folk irlandés.

La intensidad hasta el momento se tranquiliza con la intro de guitarra acústica de O naufragar. ¨quieren arrancar la primavera¨. «Amanecederos» es la siguiente, y rayos de luz anaranjada se deslizan por las cabezas del público que no deja de cantar el pegadizo estribillo de este tema.

El momento álgido del concierto llega en mi opinión con «Flores del mal», una canción con mucha fuerza pero reposada. Parece que va a rompe pero no lo hace hasta el final, que se convierte en una verdadera fiesta. Antes de empezar a tocarla añaden una intro que solo se escucha en el directo, llega a parecer de alguna película de miedo, psicodélica, y mezclando todos sus instrumentos con efectos atmosféricos. Al final se resuelve con la intro normal de la canción, y desde este punto empieza el tema.

«Vasos vacíos» e «Hijos de Johnny Cash» son acogidas con especial cariño. Muchos de nosotros nos subimos al carro de La M.O.D.A con aquel gran álbum: ¿Quién nos va a salvar?, y desde entonces no nos hemos bajado. ¡Ni queremos!

«Los lobos», con el ritmo atropellado del principio, se revela como una de las más cantadas de la noche, y pasando por La Vieja Banda y La cuerda floja, llegamos a otra de mis preferidas: «1932». Sorprende que en el último cuarto del concierto la potencia de su voz no se haya debilitado ni un ápice, y no haya desafinado ni una sola vez, como empieza a pasar a esas alturas de concierto en muchas ocasiones. Esto muestra que a pesar de lo que algunos piensan, la voz del cantante de esta banda es rasgada por naturaleza, y tiene maestría sobre el control de su peculiar tonalidad.

Si antes hablábamos del momento más epico, ahora podemos pasar al más emocionante e incluso sentimental. Con «Hay un fuego dentro», David deja su guitarra y baja a saludar cariñosamente a toda la primera fila. Las luces crean un ambiente más intimo, vuelve a agradecer nuestra presencia, y nos jura no olvidar de dónde vienen.

Nos presenta «Campo amarillo» como una canción que escribieron para sus abuelos, y la toca casi entera él solo y su guitarra acústica, que por cierto saca un sonido realmente brillante y bonito.

Después de dejar el ambiente en lo alto con «Nómadas», se despiden a lo grande con «Héroes del sábado», su canción más escuchada. Nos juran que no va a ser ni de coña la última vez que vengan a Madrid, y los siete muchachos de La Maravillosa Orquesta del alcohol se despiden de una cita inolvidable para los que les hemos acompañado hasta el momento, y que sin duda seguiremos haciéndolo.

Crónica por: Gisme
Fotos por: Mikel Masa

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